jueves, 18 de marzo de 2010

Alegrías cambiantes

Hace un año su mayor alegría era que llegara un día de fiesta extra en el trabajo para irse con su mujer de viaje, a pasear, o al teatro.
Hoy, me ha llamado llorando de alegría porque por fín le habían concedido una silla de ruedas eléctrica con la que podrá salir a la calle tras 8 meses de operaciones y recuperación.

Y me quedo con el alma encogida y el corazón en la garganta.